martes, 4 de febrero de 2014

¿DECIRLO O NO DECIRLO? ESA NO ES LA CUESTIÓN


En España -y seguramente en muchos países más- es una práctica generalizada que los medios de comunicación incluyan la nacionalidad de un extranjero cuando está implicado en algún delito. Este detalle de incluir la nacionalidad suele ser centro de debates acalorados, ya que algunos sectores de la opinión pública responsabilizan enseguida a las migraciones y extranjeros en general como la causa de los problemas delictivos en el país. Por tanto, la duda es, ¿se debería hacer pública o no la nacionalidad de quien comete un delito?

Hay muchos casos que podríamos encontrar, como por ejemplo hace poco la Asociación de Rumanos de Huelva (España) solicitaba a los medios y la opinión pública que no se resaltara la nacionalidad de las personas implicadas en sucesos graves a la hora de hacerlos públicos, ya que esto podría suponer "un rechazo de la sociedad hacia todo el colectivo de ese país en España". Esta petición respondía al suceso en que un hombre de nacionalidad rumana fue el supuesto autor de la muerte de otro compatriota durante la temporada de fin de año. La presidenta de la Asociación advertía del daño que se podría hacer el que la población viera con recelos a toda la población rumana, unas 17 mil personas en Huelva como causa de la delincuencia.

En este debate hay argumentarios y posiciones de todo tipo, saliendo a colación cifras y estadísticas de los delitos cometidos por extranjeros. Están quienes defienden que el porcentaje relativo de delitos cometidos por inmigrantes es altísimo en comparación con los delitos cometidos por autóctonos. Otros defienden que en realidad el número de detenciones absolutas es, por mucho, mayor en autóctonos que en inmigrantes. Otros más miran los matices entre los tipos de delito cometidos por extranjeros tratando de explicar que no es lo mismo una falta administrativa que un hurto con violencia o hasta un homicidio. Y así sucesivamente, el debate continúa todos los años más o menos con estos tres principales razonamientos enfrentados.

Sin embargo, mi aporte en este debate va totalmente desde otro enfoque que se pierde entre todas esas discusiones acaloradas y bailes de cifras y estadísticas, y tiene que ver con lo que algunos llaman "connotación afectiva del lenguaje" que puede ser positiva o negativa llegando hasta una "perversión del lenguaje". Cuando los medios o la opinión pública tratan un tema social, como pueden ser las migraciones o cualquier otro tema, las palabras o términos que usan, sean positivas o negativas, contribuyen a formar el imaginario social.

Así, de acuerdo a expertos en Lengua y Derechos Humanos, las palabras tienen un tercer plano, "el afectivo", una "connotación" que acompaña a los términos, especialmente a los referidos a realidades sociales, que quienes construyen el discurso público, como periodistas y políticos, no pueden obviar. No es lo mismo decir "inmigrantes saltan la valla" que "inmigrantes asaltan la valla", o "inmigrantes ilegales asaltan la valla", o "inmigrantes ilegales asaltan masivamente la valla". Nótese cómo, una frase objetiva e informativa del hecho de que inmigrantes salten una valla se puede cargar de connotaciones negativas que construyen un imaginario colectivo de rechazo. Bastan unas simples palabras más para transmitir una idea u otra.

¿Es una persona ilegal o lo es su situación? ¿Hay personas 'sin papeles' o es un problema de documentación exigida por una administración determinada'? O cuando se dice que sólo los 'residentes' en España tendrán garantizado el acceso a ciertos servicios sociales, pero se obvia que tras la falta de un requisito administrativo se quedan miles de personas fuera. No son residentes aunque vivan en España porque no cuentan con una autorización de la Administración para hacerlo.

Podemos encontrar muchos ejemplos de cómo se usa (o hasta manipula) en la cotidianidad la connotación que se le da a un tema social como lo es la migración, pero siempre es necesaria la precaución a la hora de escoger el lenguaje, especialmente si tiene connotaciones negativas, para evitar la configuración de un imaginario colectivo que prejuzga y perjudica a estas personas. Todo lo que sea invertir ese proceso y que las personas sean encuadradas de forma constructiva siempre es mucho mejor, aunque sea una tarea que requiera esfuerzo.

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